La vida avanza como un río que viene de muy lejos.
Nos llega a través del tiempo y de las generaciones como un regalo milagroso que no pedimos y sin embargo hemos de aceptar.
En numerología estudiamos que hay una posición específica que describe nuestros dones y talentos. Esta posición se llama “el número del regalo” y se ve afectada por las características del número que nos toca.
Cada vez que, en un curso, doy la clase del “número del regalo” y explico el 1, el 2, el 3, el 4, etc, siempre pienso para mis adentros que todo lo que estoy enseñando es una parte muy pequeña de lo que realmente significa dicho número y dicha posición.
La tradición nos cuenta que este número nos es conferido por nuestra madre biológica en el momento de la concepción y que para llegar a tener una vida plena, nosotros deberemos aceptar el regalo que nos entregó mamá.
Pero “la madre” es un tema que genera muchas emociones intensas y preguntas como: ¿y si no tengo mamá ?, ¿y si mamá es incapaz de darme algún regalo?, ¿ y si mamá me da regalos para obtener cosas de mi que no estoy dispuesta a dar?, ¿y si por la razón que sea prefiero no recibir regalos de mi mamá?
La cuestión se pone rara cuando pronunciamos temas tan inmensos y entrelazados como “la vida" y “la madre” . Debo decir que ambos temas suscitan en mí imágenes e ideas muy profundas, y en algún punto me devuelven algo inabarcable y misterioso de mi misma que podemos charlar en otra oportunidad.
Lo que me gustaría contarles hoy, es que hay cosas muy importantes que van más allá de lo que pudo o no pudo la madre que nos trajo a este mundo, más allá de quién fue ella, o de qué tan buscados hemos sido.
Es innegable que fue la vida, con toda su fuerza y todo su poder la que ha atravesado el tiempo, las guerras, las enfermedades, la pobreza y a la misma muerte para que estemos hoy aquí, existiendo, respirando, amando, sintiendo, evolucionando.
Quizá se trate de tomar conciencia de que hemos aceptado la vida desde el primer suspiro que dimos, y quizá se trate de empezar a responder alegremente al llamado de experimentarla como un regalo, un regalo que nos pertenece y viene de muy lejos.
Virginia Gimenez