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30 de septiembre de 2025

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Buda y la pregunta que sigue viva: ¿qué significa estar despiertos?

Buda y la pregunta que sigue viva: ¿qué significa estar despiertos?

Buda y la pregunta que sigue viva: ¿qué significa estar despiertos?

Escrito por Lulú Mathis

Escrito por Lulú Mathis

Casi todo el mundo ha escuchado hablar del Buda, y es una de esas figuras con mejor prensa del mundo. Ha trascendido fronteras: aparece en casas, hoteles, spas, tatuajes, vidrieras... su presencia está por todas partes. Y aunque su imagen es claramente reconocible, lo que a menudo ignoramos es su verdadera historia.

En una reciente entrevista que le hice a Agustín Pániker, editor y escritor español especializado en la cultura de la India, director de Editorial Kairós, reconoció que en realidad lo que conocemos es su leyenda, lo que los budistas durante muchas generaciones han escuchado, y transmitido. Un dato que me resulta curioso qué cuenta Pániker es que desde el punto de vista historicista del siglo XXI, los historiadores aún no están de acuerdo en el año de su nacimiento en un arco que varía en 200 años.

Si bien reconocemos que el Buda tiene una carga simbólica, cultural y espiritual, muchas veces lo reducimos a un elemento decorativo: en cuanto entramos en un espacio con su semblante, lo asociamos con calma, equilibrio, espiritualidad —un ambiente “zen”. Pero, ¿qué hay detrás de esa sonrisa, ese gesto, esa postura?. De dónde surge su leyenda que lo ha convertido en un mito viviente, inspirando a millones de personas más allá del plano religioso formal.

En su libro “Las Tres Joyas. El Buda, su enseñanza y la comunidad”, Pániker relata que el Buda remite a Siddhartha Gautama un príncipe indio que vivió en las regiones del valle del Ganges hace unos 2500 años. 

Destinado a gobernar, fue criado en un palacio rodeado de lujos y protegido por su padre de todo lo que pudiera mostrarle “la fealdad de la existencia”. 

Pero un día el príncipe decidió hacer una expedición fuera del palacio donde nadie pudo evitar que se cruzara con una persona enferma, un anciano y un cortejo fúnebre. Dice la leyenda que quien lo acompañaba le explicó que todo eso era inherente a la existencia humana. Gautama quedó impactado al sentir que él también iba a envejecer, enfermar y morir. Ese impacto lo llevó a renunciar a su vida de privilegios y lanzarse a la búsqueda de un camino espiritual. Quería entender cómo liberarse del sufrimiento —el Dukkha— y alcanzar la libertad última: el Nirvana.
Después de aprender de maestros y practicar técnicas meditativas, a los 35 años Siddhartha se internó en un bosque. Allí, sentado en posición de loto bajo un árbol, permaneció durante días en profunda meditación hasta que experimentó lo que conocemos como su iluminación: el despertar a la verdadera naturaleza de la realidad.

Comprendió tres verdades fundamentales: la impermanencia de todo lo que existe, el sufrimiento inherente a la condición humana y la ausencia de un yo fijo o permanente. Desde entonces fue conocido como el Buda, “el Despierto”: aquel que salió del sueño de la ignorancia y abrió un camino para quienes buscan liberarse.

Con el tiempo, y trascendiendo fronteras, sobre todo hacia Occidente, el Buda fue reconocido no solo como un líder espiritual, sino como un maestro de compasión. Sus enseñanzas no eran sólo teóricas, sino un modo práctico de aprender a vivir con menos apego y con más presencia, para atravesar las dificultades y cultivar la serenidad interior.

Tal vez, para quienes no practicamos formalmente el budismo, esta leyenda siga siendo una puerta abierta a la reflexión. Porque más allá de fechas, de templos, de técnicas meditativas o doctrinas, la pregunta que nos deja es profundamente actual: ¿Qué significa estar despiertos?
¿Estamos viviendo la vida tal como se presenta, o simplemente pensando la vida?

Quizás, la próxima vez que nos crucemos con una imagen del Buda podamos, por un instante, hacer una pausa y llevar a la consciencia el momento presente. Soltar el piloto automático y volver al ahora. Porque estar despiertos no es un estado lejano ni reservado a unos pocos iluminados: es una práctica sencilla, disponible en este mismo momento.



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